A pesar de ser un pueblo de interior puesto que el municipio no tiene salida al mar, Ojén se integra en la comarca de la Costa del Sol Occidental no ya por su proximidad geográfica con Marbella y Mijas, con las que limita, sino por gozar casi del mismo clima y de los servicios de la zona más cosmopolita de Málaga, sólo que a una cierta distancia (10 kilómetros), lo que contribuye a que del bullicio costasoleño solamente le lleguen los ecos.
El término municipal de Ojén se sitúa entre Sierra Blanca y Sierra Alpujata, al norte, y se extiende hacia el sur por los valles de los ríos Real y Ojén, entre fuertes pendientes y torrenteras, accidentes geográficos que configuran una orografía muy contrastada y a veces espectacular. Y en medio de tan quebrado entorno, la singularidad del caserío del pueblo, rodeado de un sinfín de huertas que de manera escalonada llegan hasta el fondo del valle.
A tenor de los restos hallados en la cueva de Pecho Redondo, los primeros asentamientos humanos en esta zona datan del Neolítico, y parece ser que durante el Bajo Imperio Romano hubo una población estable dedicada a la explotación de la agricultura y la ganadería. A partir de este dato –que no deja de ser una lógica suposición-, la historia de este lugar enmudece hasta la llegada de los árabes, época en la que por primera vez la localidad es citada en la ‘Crónica de las hazañas de los emires cordobeses’, cuando Abderramán III decide acabar con la rebelión del famoso muladí Omar Ben Hafsun, con quien se enfrentó ante las murallas del castillo de Ojén
En el año 921, derrotado el caudillo muladí, Abderramán conquista Ojén y convierte su iglesia en mezquita, anticipándose así a la costumbre cristiana de construir iglesias sobre las antiguas mezquitas. Durante la dominación árabe el nombre de la localidad era Hoxán, que suele traducirse como ‘lugar áspero’. En 1485 la población musulmana claudica ante el avance de los Reyes Católicos, quienes por entonces prohibieron la presencia musulmana a menos de una legua de la costa –intentaban evitar así la colaboración de los árabes con los piratas turcos y berberiscos-, por lo que muchos habitantes de Marbella se trasladaron a Ojén.
La convivencia entre musulmanes y cristianos se hace cada vez más conflictiva y no tarda en estallar la rebelión morisca en Istán en 1568, a la que un año después se unen los moriscos de Ojén, los cuales huyen a las sierras no sin antes incendiar la iglesia, casas, cultivos y matar a sus vecinos cristianos. Felipe II encarga al duque de Medina Sidonia acabar con la rebelión en la Serranía de Ronda, y en 1570 Ojén es repoblado por cristianos viejos. En 1807 Carlos IV concede a Ojén la independencia de la jurisdicción de Marbella.